miércoles, 1 de julio de 2009


Aun hoy me cuesta aceptar que hiciste de mí un cigarrillo entre tus labios, a veces tan fríos y otras, tan cálidos. Te he visto millones de veces enredarme entre tus dedos, a veces nervioso, otras calmando tu soledad entre humo. En una milésima de segundo se desataba todo ese fuego que me hacía arder, más no podía sentir el calor pues ya me sostenías entre tus labios. Quien iba a decirme, que un día llegaría a desear centímetro a centímetro aquello que claramente siempre se me había negado por ser mi perdición…

El fuego en contacto conmigo, empezaba a consumirme, agotarme, borrarme en el tiempo y el espacio, dándome sólo unos minutos para llenas tus pulmones, para abrasar los rincones escondidos de tu boca, de tus labios, de tu alma…

Como siempre, me apagaste, me hundiste, me rompiste en mil pedazos. Me consuela saber que llegué más lejos que nadie contigo, que recorrí tus lugares inhóspitos todavía esperando ser descubiertos, siendo humo, siendo nada, te alcancé, te amé.

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